Para el caso de los recuperadores, la marginalidad es también cuestión de ubicación geográfica dentro de la ciudad. En Bogotá, entre los muchos núcleos de recicladores, se encuentran aquellos que viven a lado y lado de las líneas férreas y a orillas de caños, quebradas y ríos pestilentes.
Cualquiera que recorra las viejas carrileras del tren, va a encontrar a lo largo de su travesía, asentamientos de familias que desde hace muchos años viven allí. Se acostumbraron a ver pasar el tren como quien ve pasar a un transeunte indiferente, no esperan nada del resto de la ciudad, simplemente la ven pasar igual de indiferente y al igual que aquel tal vez lo único que les produce es cierto temblor cuando se acercan a tratar de sacarlos de allí.
Con los habitantes de las orillas de ríos como el Tunjuelito o el Fucha las cosas no son muy diferentes. En el sector de La Consolata a orillas del Fucha, vive una población cercana a las 100 personas. No todos bajo iguales circunstancias: mientras unos llevan varios años en el sector, viviendo en chozas hechas de pedazos de madera, tela y cartón, otros generalmente más recientemente llegados, tienen los puentes como sitio para dormir y para guardar algunos objetos.
Los primeros son por lo regular familias en donde es posible encontrar padres, hermanos e hijos nucleados, aunque cada cual con su rancho «independiente». Muchos de ellos se han separado por temporadas y luego han vuelto a unificarse. Sin embargo sus relaciones familiares son muy violentas, con frecuencia se maltratan no sólo de palabra sino físicamente. Varios tienen antecedentes penales y están vinculados a las drogas ya como consumidores, aunque pueden controlarse en el vicio, o como expendedores menores. También se presentan casos de enfermedad o deficiencia mental. Los menos son hombres solos y solitarios que esquivan el trato con los demás.
Los segundos son también hombres solos pero con un promedio de edad menor. Son totalmente adictos a las drogas, comparten algunas cosas como la comida e incluso a veces cocinan bajo el puente para todos. Las ratas son sus compañeras de guarida. Algunos delinquen y otros no, a estos últimos incluso les puede parecer reprobable la actitud de los primeros, pero prefieren no meterse.
Unos y otros comparten los mismos sectores de trabajo que suelen ser el Restrepo y Los Mártires. En general se proveen de la droga cuando van al centro por los lados de la Calle del Cartucho.
Los profesionales
En Bogotá pueden encontarse núcleos de recicladores que desempeñan este oficio como legado de sus padres o abuelos. Son personas que desde niños ejercen esta tarea, la conocen y desempeñan muy bien, manejan el mercado, tienen contratos aceptables y en general son los que mejor ganan. Algunos son de procedencia campesina y otros más son desempleados citadinos que encontraron como última alternativa de ingresos el reciclaje.
Estos grupos de recicladores pueden considerarse como profesionales en la materia. Asumen su oficio con responsabilidad y dignidad aunque les parezca duro. Por tanto son constantes en los recorridos y los horarios, saben negociar, manejan con propiedad el material que reciclan, conocen los puntos de venta, son astutos, desconfiados y no se dejan robar a la hora de vender el producido.
Uno de los aspectos que los diferencia del grupo de indigentes, es que poseen un sitio fijo para vivir, básicamente porque tienen responsabilidades y una familia más o menos estable. Hacen un manejo racional de sus ingresos y pueden controlar el consumo de drogas aunque por lo regular su vicio se circuncribe a las bebidas alcohólicas. Establecen relaciones con personas que tienen oficios diferentes y tienen organizada su vida en muchos aspectos, como la pareja, el hogar y su aseo personal. Además tienen sentido del ahorro y de la previsión que se manifiesta en guardar material o contar con ropa buena que usan luego de culminar la jornada.
Entre los grupos de recicladores que tienen casa y los que carecen de ella, existen diferencias y grupos intermedios. Están por ejemplo los que teniendo un lugar fijo para vivir, lo hacen en verdaderas chozas construídas con materiales o desechos que sacan de lo que reciclan. O los que se hacinan con su familia, en un estrecho espacio donde escasamente cabe una cama. Otros, que no se resigan a dormir en la calle, buscan posada en residencias baratas y pagan cada noche por ello. En este último caso, se trata por lo regular de hombres solos aunque algunos también tienen familia y deambulan con ella noche tras noche, de cuarto en cuarto. Estas personas valoran su frágil seguridad y ejercen un autocontrol sobre el vicio, la diversión y hasta la comida, para garantizarse el dinero diario que le permite acceder a un lugar seguro en las noches.
El profesional del reciclaje es una persona activa, que busca buenas relaciones con las empresas de recolección de basuras, para evitar que le cierren la oportunidad de laborar a su lado.
Es posible que el nivel de analfabetismo de este grupo sea mayor al del grupo de los indigentes, lo que se explica porque desde pequeños comenzaron a trabajar o por su procedencia campesina. De todas formas ellos se las arreglan para que al momento de negociar se hagan bien las cuentas y su material se pese correctamente.
A pesar de su empuje son personas conflictivas y pesimistas, posiblemente por las presiones a que se ven sometidos dadas sus responsabilidades familiares y a que sus condiciones laborales no les brindan ninguna seguridad.
La familia es uno de sus valores más fuertes. Realizan grandes esfuerzos por cumplir con ella, así tengan que hacer dobles jornadas o combinar el reciclaje con otras formas de rebusque. Además de convivir padres e hijos, no es extraño que algún familiar cercano comparta su vida. En su mayoría mantienen vínculos con la familia paterna y reciben o dan alguna ayuda según la situación lo permita.
Cuando se han separado del hogar paterno para formar uno propio, lo recuerdan con aprecio y cariño, pues saben que de él recibieron una formación recta a punta de esfuerzos. Tal vez por ello también, valoran altamente a quien es un trabajador consagrado que domina su oficio.
De la familia también conservan la tradición religiosa, que aunque no la manifiesten en la asistencia a ceremonias o cultos, es bastante arraigada.
A menos que su situación sea extremadamente mala, procuran que sus hijos asistan a la escuela así éstos les colaboren de vez en cuando en el oficio.
Uno de los factores que más puede llegar a afectar y deteriorar sus relaciones conyugales es el trago, al cual recurren como forma de evadir sus problemas.
Pese a que tienen muestras de compañerismo y solidaridad, sus condiciones de vida los lleva a una marcada competencia entre ellos; su forma de ganar es haciendo perder a los otros, produciéndose constantes roces y malos entendidos. Son de pocos amigos, pues aunque procuran llevarse bien con todo el mundo saben que en su gremio hay todo tipo de personas y que es preferible mantenerse a distancia.
Juzgan con dureza a los recicladores indigentes lo cual es explicable porque el resto de la sociedad no hace diferencias entre ellos y deben cargar con una mala fama generalizada.
Es fácil encontrar que este grupo de recicladores saque la basura de almacenes, bancos y otras entidades. Esto les permite conseguir buena calidad de material reciclable, por ello se muestran celosos de que alguien les vaya a hacer competencia en los lugares que han logrado estabilizar como contratas propias. A veces siguen también los recorridos de los carros recolectores anticipándoseles para extraer de las bolsas lo que más puedan y les sirva. Algunos de estos profesionales de las basuras han ido especializándose en determinada clase de desechos: cartones, plásticos, vidrios, chatarra. Puede decirse que todo el tiempo están dispuestos a trabajar, incluso en las noches así sepan que esto les representa mayores riesgos.
En el campo de la comercialización, los recicladores tienen que entenderse por lo general con intermediarios pequeños los que a su vez venden el material a compradores mayoristas y estos negocian con las industrias.
Compradores minoristas hay muchos en la ciudad y en cuanto al tipo de relación que establecen con los recicladores también hay distintas actitudes. Muchos los explotan aprovechándose de sus condiciones de analfabetismo y marginalidad; como el pago se da por peso, buscan hacerlo por debajo de lo justo alterando las pesas o sencillamente rebajando los precios del mercado. Por su parte los recicladores son concientes de esta situación y a la vez no niegan que ellos también recurren a la trampa, mojando el papel o encaletando piedras u otros objetos pesados para aumentar el peso. Hay minoristas que miran con total desprecio al reciclador a pesar de que viven de ellos pero no puede decirse que esta actitud sea generalizada. Hay compradores que tienen un acercamiento más humano y justo con sus vendedores, comprenden sus dramas personales y sus circunstancias de vida tan adversas; procuran tener con ellos una relación cordial y no se cierran a tenderles de vez en cuando la mano.
Para un recuperador profesional no importa caminar un poco más si ello le representa mejores ingresos para la familia, cosa que no sucede con el drogadicto, que se contenta con conseguir apenas lo necesario para pasar el día.
Se hace camino al andar
Para alguien que ha vivido toda la vida o buena parte de ella bajo la ley del más fuerte, «libre» de toda normatividad, con una profunda desconfianza hacia el mundo, sus colegas e incluso en sí mismos, para seres que sólo pueden pensar en cómo satisfacer día a día y noche a noche sus más primitivas y elementales necesidades, con una visión limitada del mundo en donde el concepto de futuro no tiene espacio, marginados por el Estado y señalados con el dedo por el resto de la sociedad, para estos miles de hombres y mujeres de todas las edades, no es nada fácil plantearse siquiera la posibilidad de cambios así sean mínimos en su vida cotidiana, en sus costumbres, que les abran otras posibilidades.
Pero a pesar de lo difícil, los primeros síntomas de que aún dentro de los sectores marginales existen reservas éticas y morales, comenzaron a darse entre núcleos de recicladores de distintas partes, 10 o 12 años atrás.
En ciudades como Manizales comenzaron a integrarse lentamente y en Bogotá, donde se recicla desde hace más de 50 años, siguieron el ejemplo. Desde 1.989 la Fundación Social decidió apoyarlos, lo que dió un empuje importante al proceso de organización de los recicladores.
En la actualidad existen varios grupos de recicladores que se encuentran en distintos grados de organización y distribuídos en diferentes partes de la ciudad capital. Entre los más consolidados se encuentran: La Precooperativa Rescatar, la Precooperativa Rehacer, la Asociación de Recicladores de Basuras de Britalia, la Precooperativa Nueva Granada, la Precooperativa El Porvenir, la Cooperativa de Servicios Progresar, la Precooperativa El Triunfo.
Buscando mejorar las condiciones en que sus hijos se desenvuelven, los recuperadores metidos en este proceso gradual de organización, montaron un jardín infantil que funcionó por algún tiempo en el mismo sitio donde funcionaba una de sus bodegas. Con el tiempo, llegaron más niños de los que podía albergar el sitio hasta que lograron tomar una casa más cómoda y adaptada para ese fin. Fue cuando nació El Centro de Atención Integral al Reciclador, CAIR, que en la actualidad atiende a cerca de 100 hijos de recicladores. Allí se les tiene desde los dos meses hasta la preadolescencia. Reciben atención en salud, alimentación balanceada, ayuda escolar y lo que es más importante, afecto. Los padres de los chicos también son capacitados en distintos aspectos para que puedan brindar a sus hijos una atención adecuada y mejoren sus relaciones familiares. Puede decirse que todos los que allí se vinculan reconocen cambios importantes en su vida familiar, el maltrato a sus hijos ha disminuído o desaparecido, lo que los acerca más a ellos permitiéndoles entenderlos y apoyarlos mejor.
El CAIR tiene además un restaurante comunitario, en donde el reciclador y su familia tiene la oportunidad de tomar sus alimentos. Allí pueden hacer también sus reuniones y talleres. Pero los recicladores quieren ir más allá. Por eso proyectan crear la Unidad Básica Integral, con el propósito de mejorar la atención al adulto reciclador. Ellos se han planteado retos en el campo de la salud, la niñez y la educación.
La Precooperativa El Porvenir tiene aproximadamente 45 afiliados, la mayoría jefes de hogar. Su bodega se encuentra situada en el centro de la ciudad aunque casi todos sus miembros viven en Ciudad Bolívar. Ellos se han especializado en el manejo de desechos hospitalarios y han logrado convenios estables con el Hospital San Ignacio y el Hospital Infantil de La Misericordia.
La Precooperativa El Triunfo, lleva cerca de medio año de conformada aunque la mayoría de sus socios lleva reciclando muchos años e incluso hay familias enteras que reciclan por tradición familiar. Tanto la bodega como las familias están ubicadas en el barrio Las Cruces, en un mismo sector. Ellos utilizan para su trabajo carrozas tiradas por caballos. Esta modalidad parece tener su origen en la ascendencia campesina de muchas de estas familias, cuyos padres o abuelos las dedicaban anteriormente al transporte de alimentos en las plazas de mercado, y también a los acarreos dentro de la ciudad. Los recicladores que utilizan este sistema de transporte, han visto obstaculizada su labor por entidades y personas dedicadas a la protección de animales y también por disposiciones de tráfico. Los primeros los acusan de maltrato a los caballos, de colocarles cargas excesivas y no cuidar adecuadamente de su salud y alimentación. Los recicladores no niegan que a veces se presenten estas situaciones pero afirman que se exagera. ¿Cómo exigirles un mantenimiento efectivo a sus animales cuando no pueden brindarlo a sus hijos y a sus familias? Sin embargo, estos recuperadores vienen realizando talleres para capacitarse mejor en el manejo y cuidado de sus animales y como ellos mismos dicen esto redundará en beneficio no sólo de los caballos sino en el suyo propio ya que su rendimiento deberá mejorar.
La Precooperativa Rescatar se ha destacado por su persistencia. Quizá de los logros que pueden mostrar con más orgullo es uno de sus propios miembros: Luisa, una mujer entrada en años que toda su vida ha reciclado y que muestra un alto grado de cualificación profesional y de superación personal, tanto que fue contratada por la Alcaldía del municipio de Chiquinquirá, como asesora de un programa de basuras y reciclaje. Ahora Luisa va y viene de Bogotá a Chiquinquirá.
En general estas formas asociativas de los recicladores, han logrado construír aceptables relaciones con las empresas de recolección de basuras que tiene la ciudad, como son los casos de Lime y Aseo Capital.
Todos estos recicladores de la ciudad, decidieron conformar la Asociación de Recicladores de Bogotá (A.R.B.), vinculada a su vez a la Asociación Nacional de Recicladores creada en 1.990 y que agrupa diferentes núcleos del país sumando todos ellos 3.500 socios activos y contribuyendo a mejorar las condiciones de vida de cerca de 17 mil personas.
En Colombia hay 50 mil familias, más o menos 250 mil colombianos, que viven del reciclaje. Pero la Asociación sabe que su trabajo apenas comienza y con los beneficios y progresos que han logrado piensan que ahora será más fácil, o mejor, menos difícil animar a sus colegas de oficio para que se vinculen a ella.
Un premio a paraíso
Como todo empresario que se respete, la Asociación ya tiene sus propias cifras para sustentar la importancia de la labor de reciclaje que hacen calladamente esas 50 mil familias.
En 1.989 recuperaron 340.000 toneladas de papel y de cartón, lo que le significó al país que no se cortaran 6 millones ochocientos mil árboles, y en 1.990 reciclaron 400 mil toneladas salvando 8 millones de árboles, ya que por cada tonelada de papel que se recicla se dejan de talar 20 árboles. Se calcula que podrían llegar a reciclar 500 mil toneladas anuales. Los recicladores colombianos han alcanzado uno de los índices de reciclaje más altos en el mundo, en lo que a esta actividad se refiere.
Otra de las contribuciones de la labor de reciclaje es el ahorro de energía en el procesamiento de materias primas. El vidrio por ejemplo se hace con arena caliza y si esa arena es sustituída con vidrio recuperado, la temperatura requerida baja de 1.200 grados a 800 grados. En el caso del aluminio el ahorro es del 90%, y en el del papel del 25%. Esto sin contar el ahorro en materias primas como los hidrocarburos que no son renovables.
Sin equívocos puede decirse que el despreciado gremio de los trabajadores de las basuras, es quien más contribuye a la conservación del medio ambiente y sin necesidad de rebuscadas posturas pueden ser declarados como los ecologistas más importantes del país.
En cierto modo esto fue lo que sucedió en 1.993, cuando a la Asociación Nacional de Recicladores le fue otorgado el primer lugar en el Concurso Nacional de Proyectos Hábitat. Este premio a la vez que reconoce la superación individual y colectiva del trabajador de las basuras, le otorga un justo valor a su gestión en bien del medio ambiente y de la conservación de los recursos naturales. Su experiencia ahora será conocida internacionalmente y su ejemplo será llevado a otros países del mundo.
Seguramente todo ello contribuirá a su reivindicación social y a que el resto de la sociedad cambie de actitud brindándoles un poco de apoyo y solidaridad que es todo lo que piden para recuperar la dignidad.
Su sueño ahora es el proyecto Paraiso, con el cual se proponen hacer reverdecer las ciudades, mediante el manejo acertado de rellenos sanitarios sobre los cuales nacerán miles de árboles y parques que harán florecer nueva vida. Este será su regalo a la sociedad que aún ahora continúa dándoles la espalda. Si eso no es muestra de una gran calidad humana, entonces qué lo es?
Tomado: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/sociologia/met2/2.htm